Las mutaciones aleatorias y el cambio evolutivo:
Ronald Fisher, JBS Haldane y Sewall Wright (1 de 2)

Durante los 70 años que siguieron a la publicación de El origen de las especies, pareció como si la sombra de Lamarck fuera a cernerse sobre Darwin para siempre. Por una parte, la mayoría de los biólogos aceptaron la realidad de la evolución —que las especies vivas tienen una ascendencia común y que se han transformado a lo largo del tiempo—, pero la selección natural —el motor de la evolución, según Darwin— siguió siendo controvertido. Muchos biólogos opinaban que debía de haber cierta «direccionalidad» intrínseca a la variabilidad que surgía en cada generación, que ayudaría a llevar cada linaje a su estado actual.

Muchos de estos primeros genéticos que redescubrieron las ideas de Mendel, alrededor del 1900, se oponían también a la selección natural. Después de todo, Darwin había hablado de que la selección natural alteraba gradualmente una especie actuando sobre variaciones minúsculas; pero los mendelistas encontraron profundas diferencias entre los caracteres codificados por los alelos: un guisante era o liso o rugoso, pero no era una cosa intermedia. La evolución debe dar pasos gigantescos para pasar de un alelo a otro, una idea que parecía chocar con las de Darwin.

Ronald Fisher
JBS Haldane

La selección natural en un mundo mendeliano
Sin embargo, en la década de 1920 los genetistas comenzaron a reconocer que la selección natural sí que podía actuar sobre los genes. Por un lado, se hizo evidente que cualquier carácter era normalmente el producto de muchos genes, y no de uno sólo. Una mutación en uno cualquiera de los genes implicados daría lugar a pequeños cambios en el carácter, en lugar de a una transformación drástica. Igualmente importante fue que varios científicos —los más destacado de ellos Ronald Fisher (arriba a la izquierda), JBS Haldane (arriba a la derecha) y Sewall Wright (abajo a la derecha)— mostraron cómo podía actuar la selección natural en un mundo mendeliano. Llevaron a cabo exerimentos de cría como los genetistas anteriores, pero también hicieron algo nuevo: construyeron modelos matemáticos complejos de la evolución.

Sewall Wright

Cambios pequeños, no drásticos
Este enfoque, conocido como «genética de poblaciones», reveló cómo surgen las mutaciones y cómo, si son favorecidas por la selección natural, pueden extenderse por una población. Incluso una pequeña ventaja puede hacer que un alelo se extienda rápidamente por un grupo de animales o plantas y conduzca a otras formas a la extinción. Estos genetistas poblacionales afirmaban que la evolución se llevaba a cabo principalmente mediante pequeñas mutaciones, dado que las mutaciones drásticas serían casi siempre dañinas en lugar de beneficiosas.

Hypothetical adaptive landscape
 

Wright introdujo la metáfora más convincente de la genética de poblaciones, conocida como el «paisaje adaptativo» (gráfico de la izquierda). Se pueden imaginar las diferentes eficacias biológicas de las distintas combinaciones de genes como un paisaje montañoso, en el cual los valles representan las combinaciones de genes menos eficaces y los picos representan las más eficaces. La selección natural tiende a desplazar las poblaciones hacia los picos de las colinas. Pero, dado que el ambiente siempre está cambiando, los picos varían y las poblaciones los van siguiendo en un viaje evolutivo sin fin.

 
• Fotografía de Fisher por cortesía de la School of Mathematics and Statistics, University of St. Andrews, Scotland
• Fotografía de Haldane por cortesía de la American Philosophical Society.
• Fotografía de Wright © Hildegard Adler.
• Imagen de «paisaje adaptativo» según un gráfico de Rodney Dyer, Iowa State University.
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