Similitudes genéticas: Wilson, Sarich, Sibley y Ahlquist (1 de 3)

Para investigar cómo están emparentadas entre sí las aves, un biólogo de la década de 1959 habría estudiado minuciosamente sus similitudes y diferencias anatómicas; pero en la actualidad un científico que trabajase en el mismo problema podría utilizar, además, las propias instrucciones a partir de las cuales se formaron esas características anatómicas: el código genético. Las secuencias de ADN constituyen el enlace hereditario entre las generaciones, por lo que no es sorprendente que los científicos que investigan las relaciones evolutivas hayan tratado de acercarse cada vez más al ADN que subyace a esas relaciones. Sin embargo, la lectura de los genomas de organismos completos no se derivó inmediatamente del descubrimiento del ADN, en la década de 1950. Los científicos se acercaron a su objetivo pasito a pasito.

Primero comenzaron a acercarse a las secuencias de genes estudiando los productos del ADN: las proteínas. Después de todo, si dos especies son parientes cercanas, deberían tener secuencias de genes similares que, a su vez, deberían fabricar proteínas similares. Por lo tanto, antes de la década de 1970 se utilizaban las proteínas como sustitutos de los genes en el estudio de la evolución.

Vincent Sarich
Allan Wilson

Comprobación de la similitud mediante los anticuerpos
Una forma que tenían los investigadores de evaluar el parecido de las proteínas era utilizando la capacidad que tiene el sistema inmunitario para reconocer proteínas extrañas. Por ejemplo, el sistema inmunitario de un conejo reconocerá una proteína humana como extraña y organizará un ataque contra ella fabricando anticuerpos específicos para esa proteína. Si esos mismos anticuerpos de conejo se exponen a una proteína similar de un chimpancé, es posible que también la ataquen. Cuanto más parecidas sean las proteínas procedentes de las dos especies (ser humano y chimpancé), más fuerte será este segundo ataque. Aunque ya se empleaban variantes de esta técnica desde 1904, en la década de 1960 se crearon protocolos más sensibles. Estas técnicas más sensibles revelaron el notable parecido entre las proteínas de los humanos y las de los grandes simios. Ampliando el trabajo de otros y asumiendo que una cantidad menor de diferencias en las proteínas correspondía con un menor tiempo de separación, Vincent Sarich (arriba a la izquierda) y Allan Wilson (arriba a la derecha) estimaron que el ser humano, el chimpancé y los gorilas compartieron un antepasado hace tan sólo 5 millones de años, un tiempo mucho más corto de lo que se aceptaba comúnmente en esa época.

Times of divergence and phylogeny		 of hominoids Tiempos de divergencia y filogenia de los homínidos, estimados a partir de datos inmunológicos.

 

• Fotografía de Sarich por cortesía del UC Department of Anthropology, Berkeley.
• Fotografía de Wilson por cortesía del Allan Wilson Centre for Molecular Ecology and Evolution.


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